Las ventanas rotas
JESÚS FONTENLA
la perla
LA TEORÍA de las Ventanas Rotas ofrece una explicación bastante razonable a muchas de las cosas que nos están pasando. O mejor dicho, a muchas de las cosas que estamos sufriendo. Los profesores James Q. Wilson y George Kelling desarrollaron dicha teoría centrándola en el ámbito criminológico. Concluyen que el delito es mayor en las zonas donde el descuido, la suciedad y el maltrato son mayores. Si se rompe el vidrio de una ventana en un edificio y nadie lo repara, pronto estarán rotos todos los demás vidrios. Si una comunidad exhibe signos de deterioro y esto no parece importarle a nadie, entonces allí se generará el delito.
Esa desidia en acometer los problemas, en dejar que se apolillen esperando que se mueran o se resuelvan solos, es una práctica peligrosa y cada vez más extendida. En Galicia hace décadas que sabemos que la dinamita ameniza las noches costeras, que la falta de dedos en las manos de muchos patrones no es defecto de nacimiento. Sólo se ha puesto límite cuando las toneladas de explosivos ya excedían los límites del zulo. Buscan también los límites al derecho a la huelga tras los vandalismos en el metro de Madrid. Sólo se actúa en caliente y de forma irreflexiva. Transigimos con chantajes y piquetes informativos hasta que una desgracia nos recuerde que es la única ley orgánica prevista en la Constitución que aún está sin desarrollar.
El presidente del Gobierno se ha tapado los oídos cada vez que se rompía una ventana en el edificio de la Administración. El déficit público, la balanza comercial, los costes laborales, el despilfarro... son cristales rotos sobre los que Zapatero caminaba de puntillas. Ha empezado a tomar medidas cuando nadie puede garantizar ya que el inmueble tenga reparación.
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