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7 de septiembre de 2010

En la prensa Mayo 2010

Delincuencia e inmigración: el falso mito

«En España existe una honda raigambre social que vincula inmigración con delincuencia. Sin embargo, criminólogos y sociólogos han demostrado ampliamente hasta qué punto estas asociaciones son inciertas»

05.05.10 - 00:34 -

PABLO SIMÓN | PROFESOR ASIST. DE CIENCIAS POLÍTICAS EN LA UNIVERSIDAD POMPEU FABRA (BARCELONA)

Recientemente estalló una polémica en Badalona. Allí, la agrupación municipal del Partido Popular repartió unos folletos con el título: «¿Es tu barrio seguro? (.) No queremos rumanos». Aunque la dirección nacional se ha desmarcado, su candidato, García Albiol, insistió en defender las tesis de tal panfleto. Por desgracia, llueve sobre mojado. En España existe una honda raigambre social que vincula a la inmigración con la delincuencia. De hecho, datos de la última encuesta del CIS que trata el tema dice que hasta el 60% de los españoles hace tal vinculación. Sin embargo, criminólogos y sociólogos han demostrado ampliamente hasta qué punto estas asociaciones son inciertas.

Lo primero que hay que hacer es poner en cuarentena los datos oficiales de delincuencia ya que sólo computan los delitos denunciados. La evasión fiscal, por ejemplo, es tan delito como el robo, pero es más improbable que se denuncie la primera que la segunda. Es decir, hay un sesgo que hace que consten más los delitos 'menores' que los de 'guante blanco'. Otra cautela hace referencia a las estadísticas de detenciones. Está bastante extendido que el 50% de las personas detenidas en España son inmigrantes. Ese dato, en bruto, es cierto. Pero si se descomponen las razones de la detención, se da la paradoja de que casi la mitad de los inmigrantes detenidos lo son por estancia ilegal. Y este motivo se trata de un problema administrativo, no penal. Si nos atenemos a los delitos efectivos, stricto sensu, alrededor de un cuarto de la población reclusa es inmigrante y de ésta, aproximadamente la mitad a su vez es residente permanente en España. Así, nos encontramos con que la población reclusa real de origen inmigrante (legal e ilegalmente residiendo en España) es de aproximadamente el 15%. Menudo cambio.

Pero pensemos por un momento en lo que llamamos relaciones espurias, que se dan cuando hay un elemento oculto que no hemos considerado pero que es el realmente explicativo. Por ejemplo, la edad. Existe una correlación muy intensa entre 20 y 30 años y cometer un delito. Curiosamente, dos terceras partes de la población inmigrante se encuentra en esa franja de edad. Algo similar ocurre con tener menor nivel socio-económico. Y aunque no hay una asociación perfecta entre pobreza y delincuencia, ésta sí que condiciona determinados tipos de delitos frente a otro. Volviendo al ejemplo anterior, los más pobres quedan restringidos a robar en una casa, que son los que constan en las estadísticas. Los que son más ricos saben hacer que sus delitos no consten. Evidentemente, la pobreza no justifica el delito, pero sí explica la visibilidad de la criminalidad en el colectivo inmigrante.

Pero todavía podemos ir más allá. La inmigración en España es de carácter muy diverso, pero las autoridades suelen ser poco sensibles a su diversidad, tratándola como un solo colectivo. Y dado que se la considera potencial foco de riesgo delictivo es sometida a mucho más control y vigilancia por las fuerzas de seguridad. Esto genera que aumenten sus niveles de detención y encarcelamiento. No necesariamente porque cometan más delitos sino porque, al estar más vigilados, son más frecuentemente atrapados que los autóctonos que cometen la misma falta. Así se termina reforzando una profecía (los inmigrantes delinquen más) que se autocumple.

Aunque en España no ha terminado de cuajar el discurso racista en la política, sí es verdad que existe una importante corriente de fondo construida sobre el miedo y la desconfianza. Un filón que sin duda oportunistas, demagogos y populistas aprovechan o intentarán aprovechar en un futuro. Obviando el papel crucial que la inmigración ha tenido para levantarnos la economía, cuando hay dificultades se recurre a la clásica estrategia de culpar al más débil. Sin embargo, hay que ser comprometido y plantar cara a tales esfuerzos. No nos debemos dejar manipular por quienes quieren sacar partido de la división, la xenofobia y el miedo. Eso sí que tendría delito

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